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viernes, 16 de septiembre de 2011

A 56 años de la Libertadora y los sueños Bonapartistas

Hoy hace 56 años que una mujer, con un embarazo casi a término, quiso hacerse una "carrerita" hasta la estación de General Rodríguez, para tomar el tren directo  a Buenos Aires. Debía hacerse el último RH antes de dar a luz a su segundo hijo.
Eran las seis de la mañana; apurada, sin escuchar la radio, salió sin saber que "en Buenos Aires había revolución". Escuchó, a dos cuadras de la casa, el silbato del tren que llegaba, pronto a partir. La "carrerita" le costó caer de boca y lastimarse las rodillas y romper la cartera en el derrape. Volvió a la casa con sangre en sus rodillas. Su marido, acostado aún, la ve llegar creyendo que  había dejado tirado un feto en la vereda.
Cuando ponen la radio y se enteran, por la radio uruguaya de Colonia que había comenzado la Libertadora, él deja todo, incluso a su mujer lesionada y a punto de parir, y se toma el primer tren a Buenos Aires, a preparar sueros en el Hospital Español, donde trabajaba. Ese mismo hombre recordaba el bombardeo a Plaza de Mayo, el 16 de junio del 55, estando en el hospital, a pocas cuadras de allí.
Muchos años después, esta mujer recordaría todo este episodio como "cosas de la juventud de aquella época", cosas que nunca le hubiera perdonado a un futuro e hipotético yerno, ni ella ni su marido.

Aquella joven pareja, de entonces, eran mis padres.

Yo nací al domingo subsiguiente, un 2 de octubre, casi a la hora en que Perón subía a la cañonera Paraguay hacia su exilio, de 18 años. Acompañado por el ministro de guerra y el sobrino de éste, a quién conocería yo 30 años después, en una cena en mi homenaje por mi cumpleaños. El me dijo, en esa oportunidad, que un sólo gesto suyo hubiera cambiado la Historia Argentina ya que, como iba armado siempre, le pudo haber pegado un tiro a Perón y todo hubiera terminado allí...hasta la Dictadura del 76, la masacre de Ezeiza y tantos episodios más que se llevaron puesto a miles de argentinos.

Siempre medito con inquietud sobre aquél cuento de Borges, el Jardín de senderos que se bifurcan, donde en algún recodo del tiempo somos la víctima y en otro, el perpetrador. Pero la historia no es, definitivamente, literatura per se. No obstante, la planificación de objetivos políticos siempre considera, o debería considerar, una prognosis adecuada y puesta en valor para los ciudadanos, a quienes, indefectiblemente, se los participa, aún en su propia contra. Sería dable, políticamente correcto, que el curso de la historia, que los gobiernos hacen instante tras instante, fuera meditado como caminar sobre un campo minado.Pero la rectitud de las acciones son contrarias al caballo desbocado de la soberbia, del incomparable sabor -para algunos- de la suma del poder, sin negociaciones, sin concesiones, arrasando con el vituperio a cualquiera que se cruce en el camino. Nadie quiere mirar a la Historia y ver los ejemplos.

Somos bonapartistas, dijo nuestra Presidenta. Conocerá la historia? completa, digo...No es sólo el instante del 18 Brumario y el golpe de Estado de Napoleón; ni tampoco cuando restaura el Imperio y se consagra Emperador y se coloca, él mismo, la corona...él, que había estado con los jacobinos, le da una vuelta de tuerca, inesperada, a la Historia, que luego se la cobraría y con creces.
Sabrá esta señora, que hoy pidió una película sobre ella y su marido, sobre su historia de amor, cómo terminó el bonapartismo?

Los sueños hegemónicos en la Argentina de hoy galopan en un caballo soberbio desbocado. Nuestros valores Republicanos...en un basural.
En la política, todos son casi malos, como en Pulp Fiction o Perros de la Calle: se aproxima un tsunami económico, en este mundo tan pequeño y entreverado,  y nuestro principal economista, el ministro, toca la guitarra y anda en moto. Nuestra Presidenta pide una película de amor con su marido mientras dice Somos bonapartistas, pero agregó, a último minuto, mañana me matan. Por la estupidez, Presidenta.

Da la impresión que la primera mandataria ha venido renovada, en su verbo, de su estancia parisina. Y sin meditar, sólo con esa soberbia que la caracteriza y que nadie le discute, expresa ideas deshilvanadas y sin sustento, solo para el chiste o la broma, que debieran ponerla al menos un poco sonrojada. Me parece que cuando estudió los códigos franceses, de aquella época, debió aprobarlos con nota bastante baja si es que no dio varias veces la materia.

No quieran saber los argentinos que la votan en lo que devendrá de esta actitud preadolescente de la primera mandataria. Para los ignorantes, la frase no tiene sentido. Pero para aquellos que conocemos la historia, da escalofrío. Lo da por nosotros, por nuestro derrotero futuro, y también, y ella debiera saberlo, por el triste papel que le tocará conjurar, si es que puede. El poder absoluto, hasta de decir tonterías, nunca es bueno porque así como lo da, así también lo quita; la historia siempre está presente.

Mientras tanto, yo estoy parapetada en un lugar ignoto, considerándome una exiliada en mi propio país, y confiando esta pequeña crónica particular, en el marco de lo que hace la Historia con todos nosotros. La  Gran Crónica se hace de estas mínimas...pero ha habido muy pocos políticos que las han considerado. Para ellos, para los actuales, sólo cabe la igualación para abajo. Por eso, cuando dijo Cristina que es fácil ser revolucionario en la Argentina, lo que quiso decir, fue que, en realidad, ella es Bonapartista. Los que la aplauden y votan, sólo festejan un chiste del que no tienen idea qué significa. Y así, esta Nación, confiscará otra vez su libertad.



Nota: agradezco a todos los 1001 que me han leído y a los que me siguen y obligo a que me lean. Saber que hay una retaguardia de hombres libres que no claudican con la estupidez coronada o con bastón de mando, me reconcilia con este tiempo.
Resistir, la consigna de Ernesto Sábato.

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