Del latín putrílago. Materia pultácea producida por la necrosis y la putrefacción de los tejidos
en la gangrena, la cual ocurre cuando aquellos, por diversas razones, pierden su suministro sanguíneo. Porque la sangre, lleva hemoglobina, la transportadora del oxígeno hacia los tejidos, el cual les da vida.
Decir que la Argentina es un putrílago no es una consideración retórica estrictu sensu. No...es casi un diagnóstico social y político real cuando se violan, irremediablemente, las instituciones que dan sustento a la resolución de conflictos sociales, de un modo pacífico y justo, en definitiva, el sostenimiento del Contrato Social, de no vivir como bestias de una horda primitiva.
Las últimas reformas a la Justicia en la Argentina, lejos de democratizar, solo concentran aún mas poder en el inconmensurable poder que el Estado tiene, de por sí. El monopolio del uso legítimo de la fuerza física, característica esencial del Estado, es un arma de doble filo para los ciudadanos sin una Justicia que indique los casos y el contexto de ese uso legítimo. La distribución relativa de esa fuerza, en sus diversos matices, está articulada por las instituciones de un Estado Democrático y Republicano, con división de poderes y equilibrio entre ellos. Los argentinos, desde la constitución liberal de 1853 pasando por las grandes reformas del 1994, hemos pergeñado un modo de vida republicano tratando, en la letra, de morigerar un agudo presidencialismo que, con las actuales reformas, se convierte en una rara especie de Leviatán moderno...aquel monstruo que inspirara a Hobbes en su tratado del Estado Absolutista.
Cristina, en sus eufemismos, parece decir el Estado Soy Yo, cuando pretende Democratizar la Justicia, último reducto de los ciudadanos ante ese poder inconmensurable que sólo el Estado de Derecho controla.
Sus proyectos, a punto de ser sancionados, restringen el derecho de las cautelares, elimina el principio constitucional que los jueces son nombrados por su idoneidad y sacados por mala conducta; que el instituto del Consejo de la Magistratura, consagrado en la Constitución del 94 y con el propósito de despolitizarla de la influencia del Poder Ejecutivo, ahora consagra la elección y destitución de los jueces solo por mayoría simple de sus miembros, algunos elegidos por el Pueblo...y cualquiera puede serlo, con formación jurídica, o técnica, o con ninguna formación. Pero en definitiva, quién gana las elecciones tiene el poder absoluto del país, porque ya dejará de ser una República. Le convendría, aún mas, tirar por la borda el federalismo y volverse Unitaria, pero no en los hechos, sino en la letra también, para su mayor regocijo.
Cristina sabe que tiene que hacer las valijas...que como decimos los argentinos, ya es un Pato Chueco, un gobierno que termina, porque la Constitución se lo indica, le prohibe seguir, no sin violentarla en una reforma cuyo complicado proceso y de mayorías especiales, los dos tercios de las Cámaras del Congreso, no logrará juntar.
La Argentina de los 70 también era un putrílago, pero de violencia y de muertes cotidianas. Las Instituciones funcionaban mejor que ahora, pero la presencia de los militares, grupo con mayor vocación hegemónica, era un adversario difícil para una civilidad mediocre, tanto como esta, la contemporánea a nosotros, la actual de Cristina. Hoy ese grupo ya no tiene vocación hegemónica, es mas, ha sido desmantelado y difícilmente podríamos defendernos en un ataque, si lo hubiera, ya que no destinamos presupuestos ni para los buques amarrados, ni para el Rompehielos Irízar, único con una tarea anual, en las campañas antárticas y con fines de investigación científica. Dicen que ni tenemos balas...
La Argentina de Cristina no tiene casi oposición estructurada ni grupos de fuerte vocación hegemónica contraria. Cuando esgrimen el termino golpismo a la oposicion democratica, es caer en una encerrona mediocre, ya que entre civiles no existe el termino. Y si alguien recordara los hechos tragicos de la Revolucion del Parque, de 1890 *, sepa que, a una similitud increible con el desgobierno corrupto actual, los actores politicos no son los mismos, ni sus proyectos, ni tienen el mismo coraje.
La Argentina de Cristina ha movilizado al ciudadano de a pié, grave incongruencia en un gobierno que se llama peronista. A todas las muchedumbres caminantes solo las motiva el Asco y el
Hartazgo...que va en tensión...Ellas le hicieron, a Cristina, cuatro 17 de octubre, el 13S, el 8N, el 18A y el 24A, frente al Congreso, durante diecisiete horas, a la espera de una votación.
Se podría decir que no ha habido nada material a defender, ni pedir por ningún líder encarcelado o en el exilio...se ha marchado por una IDEA, por la Constitución, por ese liberalismo no asumido de muchos argentinos, pero que constituye nuestra marca en el orillo.
La Argentina Blanca, como le llama Jorge Asís, la que trabaja y paga los impuestos, esa Argentina, a la que se llamó retardataria y reaccionaria, es la que marchar y ha ganado las calles del país.
Quizás esta gran caminata termine, no ya con el gobierno de Cristina, que tiene fecha de vencimiento, sino que termine el gran ciclo del Peronismo, como lo hemos conocido. Los que hoy son adláteres de CFK lo fueron en la revolución Neoliberal de Menem. De esa Renovación de fines de los 80, hoy su colofón es este gobierno conservador y mediocre, nacido al amparo del despojo de los 90, sin proyecto de país ni de destino, salvo los personales.
Quizás de este putrílago y de esa Argentina Blanca movilizada y caminante que es la vanguardia actual, emerja un nuevo Bloque Histórico que termine con el ciclo mencionado, que lleva ya 68 años, y que le ha hecho pagar caro a la Nación sus internas feroces...incluida la peor dictadura que se viviera. Porque de esto, y en honor a la verdad histórica, el peronismo, en todas sus vertientes, debe hacerse cargo. Hemos atrasado años en la discusión de nuestro pasado reciente, lo hemos prostituido en muchos sentidos, quitándole transparencia y serenidad para juzgarlo y no repetirlo.
Le debemos a Cristina accionar la bajada del telón; y conforme su caracteropatía lo hará con gestos operísticos, dignos de una diva del Teatro Universal. Por eso, nadie pide racionalidad donde no la hay, ni moralidad donde no existe. Nunca le pondrá la banda a su sucesor, ni permitirá que nadie de su entorno ocupe su lugar. Todos se irán al fondo del mar, junto con ella.
Mientras tanto, la gente vive y trabaja como puede, sigue pagando los impuestos, sigue siendo vilipendiada, y se dedica a morder clavos, a la espera de algún gesto de sensatez última de las pocas instituciones que quedan en pie, antes que la Diva termine de suicidarse políticamente y apague la luz.
* http://es.wikipedia.org/wiki/Revoluci%C3%B3n_del_Parque